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domingo, 1 de julio de 2012

Reality evolucionado: una nueva era en la TV

A la nueva tendencia de tener artistas que buscan ídolos, se suma desde hoy La voz...argentina
Por Natalia Trzenko  | LA NACION
Gonzalo sale al escenario. Empieza a cantar y los aplausos de rigor se vuelven suspiros. Excelente indicador para los jurados que lo escuchan pero no lo ven. Axel, Soledad Pastorutti, Juliana Gattas y Ale Sergi de Miranda y el Puma Rodríguez están de espaldas al cantante que tendrá noventa segundos para demostrar que tiene lo que hace falta para participar de La voz... argentina, que se estrena mañana, a las 22, por Telefé. Se trata del más reciente formato vuelto fenómeno global del universo de los reality shows, el género que en menos de quince años revolucionó para siempre la televisión alrededor del mundo. Tal vez los memoriosos recuerden una pantalla chica que no necesitaba de la presencia de los anónimos para armar un programa. Pero desde la irrupción de Expedición Robinson y, más contundentemente, de Gran Hermano todo cambió y ya no hubo vuelta atrás. Todo lo contrario: el reality show es el género con más rápida y diversa evolución de los que la TV tiene para ofrecer. Un gigante cuya ambición parece ser abarcar toda experiencia humana y ponerla en pantalla. Así, los de aventuras como el mencionado Robinson crecieron y se especializaron hasta lograr programas extraordinarios como The Amazing Race, los de encierro como Gran Hermano permanecieron más o menos iguales a sí mismos aunque permitiendo un contacto con el mundo exterior que debilita su propia premisa y los de talento empezaron a dejar de lado todo menos eso: el talento. Se trate de los artistas por descubrir o aquellos consagrados convocados para descubrirlos Al menos ése es el camino de La voz...Argentina, el programa que conducirá Marley. desde esta noche. Tan despojado de cuestiones ajenas al canto está este ciclo que su planteo arranca con un juego que podría ser antitelevisivo pero es todo lo contrario. Los participantes fueron seleccionados durante seis meses hasta que la producción, comandada por Juan Parodi, eligió a 180 finalistas para que pasaran a la instancia que diferencia a este programa de todos los otros de su tipo: las audiciones a ciegas. Allí, aquí y ahora, en los estudios de Telefé de Pavón copados por la imagen del ciclo, esa mano agarrada al micrófono y con los dedos en v de voz -y de victoria, claro-, Gonzalo está agotando sus noventa segundos en el escenario cuando Soledad acciona el botón y se de vuelta para mirarlo. Lo mismo hacen Axel, los Miranda y el Puma. La decisión es unánime. Todos lo quieren en su equipo para aconsejarlo y entrenarlo hasta convertirlo, tal vez, en el ganador del programa. Una nueva estrella con contrato discográfico de Universal. Alguien como ellos. Porque si hay un símbolo que representa a esta nueva generación de programas que descubren talentos es la presencia de personajes consagrados para juzgarlos y acompañarlos. Si hasta Soñando por cantar, que se inclina más por la emoción que el resto de sus compañeros de género, tiene a Patricia Sosa, Valeria Lynch y Alejandro Lerner siempre en primer plano.
Tan divertido como descubrir nuevos artistas resulta poder acceder a aspectos desconocidos de los que ya tenemos. Después de todo, ¿quién hubiera imaginado que Ale Sergi tendría tanto timing televisivo, que Soledad Pastorutti mostraría el ojo afilado de una productora atenta a todo lo que pasa en el set o que el Puma Rodríguez no necesitaría ver a las cantantes para siempre, sin falla, seleccionar a las más bellas?
"Tiene un radar", dirá riéndose uno de los encargados de contener el entusiasmo del público en las tribunas que apenas puede le grita a sus ídolos, se quiere sacar una foto, hasta intenta grabarlos en video a pesar de los insistentes pedidos de la producción que, puntero láser en mano, tienen que molestarlos con la lucecita para que no lo hagan. Todo eso, la audición que juega a ignorar el aspecto físico del aspirante, la buena química entre los jurados/entrenadores con fama propia, forma parte de una fórmula que convirtió a La voz, en la versión más depurada y exitosa de este tipo de reality show. Los ajustes y novedades aplicados a programas del género como American Idol y The X Factor se le ocurrieron a John de Mol. Y si el nombre suena conocido es porque el productor holandés es el creador de Gran Hermano, fuerza motora de los reality shows en el mundo y fundador de Endemol, empresa que dejó no para disfrutar de los miles de millones de dólares que ganó sino para empezar de nuevo. Su primer proyecto en esta nueva etapa fue La voz...Holanda, un fenómeno de audiencia que pronto empezó a acumular millas y ya se hace en más de cincuenta países alrededor del mundo. Sin dramas personales, sin cámaras indiscretas, apenas con unos enormes sillones en los que un grupo reducido de artistas exitosos se sienta para escuchar y elegir.

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